«Hace 65 millones de años, cuando desaparecieron los dinosaurios, el mar estaba saturado de dióxido de carbono y desde aquella fecha, y durante unos dos millones de años, los moluscos y el coral desaparecen del registro fósil; en pocas décadas a partir de hoy, el agua de mar será aún más ácida que entonces». Así lo explicó Ken Caldeira, de la Universidad de Stanford, quien junto a otros científicos y el director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Achim Steiner, presentó el informe «En aguas muertas».
Y es que la absorción por los océanos de cantidades crecientes de dióxido de carbono (CO2) aumenta el nivel de acidez e inhibe, por lo tanto, la transformación de calcio necesaria para la supervivencia de los moluscos y el plancton calcáreo. Ostras, almejas y mejillones son las especies que corren un mayor peligro.
Cuando esto ocurre aparecen las llamadas «zonas muertas» o carentes de oxígeno en los mares y océanos del planeta. Estas «zonas muertas» están ligadas no sólo a la absorción de CO2, sino también a un exceso de nutrientes, en su mayoría nitrógeno, que se originan a partir de los fertilizantes agrícolas y los residuos. Los bajos niveles de oxígeno en el agua hacen muy difícil sobrevivir a peces, ostras y otras criaturas marinas, así como a algunos hábitats importantes como las praderas marinas.
AMENAZAS PARA LA PESCA
Según el informe presentado durante la clausura de la décima sesión especial del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, celebrada en Mónaco, el número y tamaño de estas áreas desoxigenadas va en aumento desde la década de los sesenta, desde 1990 hasta 2004 se duplicaron (alcanzado las 150 zonas muertas) y en los últimos tres años las áreas afectadas por la hipoxia alcanzan las 200, por lo que los expertos advierten de que se están convirtiendo rápidamente en serias amenazas para los «stocks» pesqueros y para las personas que tienen en las pesquerías su único sustento.
Algunas de estas áreas son relativamente pequeñas, con menos de un kilómetro cuadrado de superficie, pero otras superan con creces los 70.000 kilómetros cuadrados. Las causas de que se formen estas «zonas muertas», como hemos visto, son varias. Por ejemplo, en el Golfo de México el descenso del oxígeno viene dado sobre todo por el uso de fertilizantes en la agricultura, mientras que el problema en el mar Báltico, el norte del Adriático, el Golfo de Tailandia, el mar Amarillo y la Bahía de Chesapeake (Estados Unidos) es el resultado de una combinación de fertilizantes, compuestos volátiles de nitrógeno procedentes de la quema de combustibles fósiles y el vertido de residuos. En España, existen también dos zonas muertas con eventos de descenso de oxígeno que ocurren anualmente relacionados con una estratificación en verano o en otoño. Están situados en el Atlántico frente a las costas de Galicia y en el mar Cantábrico.
Desgraciadamente, los efectos del cambio climático no son los únicos que se están dejando sentir en nuestros mares. Para Achim Steiner «la pesca intensiva y el arrastre de fondo están degradando el hábitat y amenazando la productividad y la diversidad biológica». Si bien el informe no cita a ningún Estado en particular, varios expertos apuntaron a cuatro países que practican una sobreexplotación marina: Corea del Sur, que dispone de una flota de pesca considerable; España, cuya actividad está subvencionada y se ejerce más allá de aguas europeas; Japón y Rusia, según recoge Afp.
SE ADELANTA EL COLAPSO
Las áreas dañadas por el arrastre tardarán siglos en recuperarse. Pero no sabemos si se está a tiempo, toda vez que los científicos advierten de que «si ya existen proyecciones que indican el colapso de la industria pesquera como resultado de la sobreexplotación, es muy probable que ese colapso se adelante a consecuencia de múltiples factores que actúan de forma combinada, entre ellos el cambio climático».
Estas malas prácticas, junto a la polución y el calentamiento global, pueden llevar a que «en sólo 30 o 40 años desaparezca la industria pesquera y se produzca el colapso biológico de los mares», señaló Achim Steiner.
El informe de Naciones Unidas indica además que «la mitad de las capturas pesqueras del mundo se realizan en menos del 10 por ciento de la superficie que ocupan los océanos. Es en estas áreas donde se produce la mayor parte de la actividad biológica de especies consideradas clave en la cadena trófica. Debido al cambio climático, «y sólo con que aumente 3 grados la temperatura de las aguas someras, más del 80 por ciento del coral -fundamental en la ecología marina- puede morir en unas décadas, entre un 80 y un cien por cien para el año 2080», según el informe.
A. Acosta
Vía: ABC/Madri+d 25/02/08
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