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"No se desea lo que no se conoce" (NASÓN, PUBLIO OVIDIO) 43 AC-17 DC

miércoles, febrero 29, 2012

Una nueva cartografía forestal tomada desde el espacio

El cambio climático no muestra signos de debilidad, pero un conocimiento más profundo de la influencia de los bosques en el cambio climático y en los hábitats que acoge permitirá que la comunidad científica disponga de la información necesaria para controlar con mayor efectividad el carbono almacenado en la vegetación. Para este fin un equipo de investigadores dirigidos por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA) ha ideado un mapa preciso y de alta resolución de la altura de los bosques del planeta. En la revista Journal of Geophysical Research se ha publicado un artículo al respecto.

El equipo utilizó 2,5 millones de mediciones con pulsos de láser emitidos desde el espacio distribuidas por todo el planeta y seleccionadas al detalle. El instrumento Sistema Geocientífico de Altimetría por Láser del ICESat («Satélite para la medición del hielo, las nubes y la elevación») de la NASA recabó datos de detección y medición de distancias por luz (LiDAR) en 2005.

«Conocer la altura de los bosques de la Tierra es fundamental para la estimación de la biomasa, o la cantidad de carbono que contienen», explicó Marc Simard del Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California (Caltech) e investigador principal del estudio. «Nuestro mapa se puede utilizar para mejorar los esfuerzos globales para controlar el carbono. Además, la altura de los bosques es una característica integral de los hábitats de la Tierra, sin embargo, no está bien medida a nivel mundial, por lo que nuestros resultados también beneficiarán a los estudios de las variedades de vida que se encuentran, en particular, en los hábitats boscosos.»

El mapa, que posee una resolución espacial de un kilómetro, muestra los puntos más altos del dosel forestal. El equipo validó el mapa con datos generados a partir de setenta emplazamientos repartidos por la superficie del planeta.

En general, cuanto mayor es la elevación, menor es la altura de los bosques. En cambio a menor latitud, mayor es la altura. Los investigadores apuntaron que su altura se reduce sobre todo en función de la distancia a los trópicos. No obstante, también hicieron referencia a una excepción en los bosques tropicales meridionales en Australia y Nueva Zelanda, donde el eucalipto llega a alcanzar los cuarenta metros.

En su estudio, los investigadores añadieron a los de ICESat datos de otras fuentes para compensar la falta de datos de LiDAR, los efectos de la topografía y la cubierta nubosa. En el paquete de datos se incluyó información sobre la elevación topográfica obtenida de la Misión para la Medición de la Pluviometría Tropical de la NASA y de la base de datos WorldClim, estimaciones de la proporción del dosel arbóreo obtenidas mediante el espectrorradiómetro de obtención de imágenes de resolución moderada instalado en el satélite Terra de la NASA, y mapas de temperatura y precipitación de la misma Misión para la Medición de la Pluviometría Tropical. El equipo indicó que los datos de alta resolución sobre el clima global de WorldClim utilizados en la creación del mapa y en las labores de modelización espacial se pueden utilizar de forma gratuita.

El nuevo mapa muestra que la altura de los bosques es mayor que la revelada por un mapa anterior realizado con ICESat, sobre todo en los bosques tropicales y boreales. No obstante, la altura es menor en las zonas montañosas.

Los investigadores afirmaron que la precisión de este mapa nuevo no es consistente en los principales tipos de comunidades ecológicas que se dan en los bosques. Añadieron que la influencia de la actividad humana en la distribución de los bosques y en la variabilidad de la altura natural de éstos hace que se resienta la precisión.

«Nuestro mapa contiene una de las mejores descripciones de la altura de los bosques globales disponible en la actualidad a escalas regional y global», aseguró el Dr. Simard. «Este estudio demuestra el enorme potencial de LiDAR espacial para sacar a la luz información nueva sobre los bosques terrestres. Sin embargo, para controlar la salud de los bosques y otros ecosistemas terrestres a largo plazo será necesario contar con nuevos satélites de observación de la Tierra.»

Vía. Cordis, 21/02/2012

Así era el extraño planeta arbolado de la era de los dinosaurios

El mundo perdido de los dinosaurios estaba dominado, sobre todo los tórridos trópicos, por bosques de araucarias (un tipo de árbol ahora considerado fósil viviente), cipreses en las latitudes medias y pinos alrededor del polo Norte. Pero el planeta cambió y, antes de que se extinguieran aquellos animales que habían dominado la Tierra, se extendieron los árboles del tipo del magnolio, es decir, árboles con flores. Unos investigadores han logrado hacer un mapa forestal de todo el planeta tal y como era hace unos 100 millones de años, con un calentamiento climático importante, una concentración de CO2 en la atmósfera tres veces superior a la actual y una distribución de los continentes que cuesta un poco reconocer. Aquel mundo resultaría muy extraño y no solo por la fauna, por los dinosaurios. La temperatura media era de unos 10 grados centígrados superior a la actual.


 “El clima de la Tierra era muy cálido hace 100 millones de años y los bosques se extendían en un continuo entre los polos Norte y Sur; lo que hemos hecho en este estudio es el primer mapa realista de aquellos bosques”, ha explicado a EL PAÍS Howard Falcon-Lang, investigador de la Universidad de Londres y coautor del trabajo, junto con su estudiante de doctorado Emiliano Peralta-Medina. “Justo antes de la desaparición de los dinosaurios la composición de los bosques cambió y pasaron de estar dominados por las coníferas a estarlo por los árboles con flores”, añade. “La verdad es que el entorno cambió y se extendieron los árboles con flores llenando el mundo por primera vez de color y de olor”.

El destino de los que habían sido los dominadores del planeta no es el objetivo de esta investigación, publicada en la revista Geology (de la Sociedad Geológica Americana, EE UU), pero es útil para conocer mejor “los hábitats en los que vivieron y su distribución y ecología”, añade el investigador británico por correo electrónico.

“Este mapa puede ayudar a correlacionar las diversas formas de dinosaurios y la diferenciación latitudinal de los bosques; sabemos que hay cambios en la fauna de dinosaurios herbívoros en ese periodo —que son los que mejor conocemos— y, probablemente, están relacionados con este cambio botánico”, añade el paleontólogo español y experto en dinosaurios José Luis Sanz, de la Universidad Autónoma de Madrid.

Los anillos indican que el crecimiento de los árboles era el doble del actual.

Además de estudiar la distribución planetaria de los árboles (analizando datos de restos fósiles leñosos de 2.238 registros de 497 localidades en 73 países), Falcon-Lang y Peralta-Medina han estudiado los anillos de aquellos árboles del pasado para conocer su tasa de crecimiento anual y han descubierto que en el Cretácico (hace entre 145 y 65 millones de años) era casi el doble que la tasa de los árboles actuales. Ese crecimiento era especialmente alto cerca de los polos. “Algunos de los árboles fósiles de la Antártida tenían anillos de más de dos milímetros de grosor, como media; esa tasa de crecimiento normalmente solo se observa en los árboles que crecen en climas templados y nos indica que, durante la era de los dinosaurios, las regiones polares tenían un clima similar al británico de hoy”, señala Falcon-Lang.

La verdad es que gran parte de la tierra emergida entonces no estaba donde está ahora, por eso el mapamundi de aquella época resulta desconcertante. La deriva continental cambia las masas de tierra de lugar y configuración a lo largo del tiempo y esto tiene mucho que ver con el clima tórrido de aquella era cumbre de los dinosaurios. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era mil partes por millón (ppm), frente a las 393 ppm actuales.

“Los niveles eran altos porque entonces se estaba abriendo el océano Atlántico; había muchas erupciones volcánicas que emitían CO2 a la atmósfera”, añade el investigador de la Universidad de Londres. “Como consecuencia, el efecto invernadero y el calentamiento global eran extremos”. Ahora, si la concentración de CO2 sigue aumentando de modo imparable, se alcanzarán los niveles del Cretácico en menos de 250 años, y entonces es posible que vuelvan los bosques a la Antártida, el continente sin árboles, consideran los investigadores.


Las coníferas retrocedieron y dieron paso a especies con flores
Falcon-Lang y Peralta-Medina recuerdan en su artículo resultados de investigaciones previas: en aquel mundo cálido los casquetes polares estaban en su mínimo tamaño; los bosques templados se extendían hacia los polos y el ciclo hidrológico del planeta estaba acelerado. Lo que ellos se han planteado en su trabajo es conocer los patrones de distribución de bosques en la Tierra y el impacto de la propagación de las plantas con flores (angiospermas), y averiguar hasta qué punto quedaron establecidos entonces los patrones geobiológicos modernos.

Las coníferas (araucarias, podocarpos, cipreses y pinoides) que habían sido dominantes empezaron a declinar durante el final del Cretácico sufriendo una drástica reducción, sobre todo las araucarias; paralelamente a la extensión de las plantas con flores, que pasaron de un 32% a un 78% del total.
¿Tendría esto que ver con la desaparición de los dinosaurios? “Este cambio de las coníferas a los árboles con flores sucedió justo antes de la extinción de los dinosaurios, unos 15 millones de años antes, pero es posible que el cambio en los hábitats forestales tuviera alguna relación con la extinción”, apunta Falcon-Lang.

 Vía. El País, 29/02/2012
F:http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/28/actualidad/1330459096_021632.html

martes, febrero 21, 2012

Así era un bosque hace 300 millones de años

Como si se tratara de la ciudad de Pompeya, un bosque tropical de 300 millones de años fue preservado en ceniza cuando un volcán entró en erupción en lo que hoy es el norte de China

Un nuevo estudio realizado por un equipo de científicos chinos y norteamericanos ha conseguido reconstruir cómo era ese bosque fosilizado, en el que existían seis grupos de árboles, algunos de los cuales se elevaban 80 metros sobre el suelo. El hallazgo, publicado en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) de EE.UU., da una idea de cómo eran la ecología y el clima de la época.

El lugar del que se ocupa este estudio, situado cerca de Wuda, en China, es único en el mundo, ya que ofrece una instantánea de un momento congelado en el tiempo. Debido a que la ceniza volcánica cubrió una gran extensión del bosque en el transcurso de pocos días, las plantas se conservan, en muchos casos, en los lugares exactos donde crecieron.

«Está perfectamente conservado», explica el paleobotánico Hermann Pfefferkorn. «Podemos estar allí y encontrar una rama con las hojas unidas, y luego nos encontramos con la siguiente rama y la siguiente y la siguiente. Y entonces descubrimos el tronco del mismo árbol. Eso es muy emocionante», afirma. Los investigadores también encontraron algunos árboles de menor tamaño con las hojas, las ramas y el tronco intactos, que se conservan en su totalidad.

El tamaño de las parcelas de estudio de los investigadores también es inusual. Fueron capaces de analizar un total de 1.000 m2 de la capa de ceniza en tres sitios diferentes situados cerca uno del otro, un área considerada lo suficientemente grande como para caracterizar significativamente la paleoecología local.

Los científicos dataron la capa de ceniza en unos 298 millones de años. Esto cae al comienzo de un período geológico llamado Pérmico, durante el cual las placas de la Tierra continentales todavía se estaban acercando para formar el supercontinente Pangea. América del Norte y Europa estaban fusionadas, y China existía como dos continentes más pequeños. Todo se superpuso a la línea ecuatorial y por lo tanto tenía climas tropicales.

ÁRBOLES DE 80 METROS

En ese momento, el clima de la Tierra era comparable al de hoy, por lo que es de interés para los investigadores para ayudar a entender las variaciones climáticas actuales. En cada uno de los tres sitios de estudio, Pfefferkorn y sus colaboradores analizaron las plantas fosilizadas. En total, se identificaron seis grupos de árboles. Los helechos arborescentes formaban una cubierta inferior, mientras que árboles mucho más altos -Sigillaria y cordaites- se elevaban hasta 80 metros sobre el suelo. Los investigadores también encontraron ejemplares casi completos de un grupo de árboles llamados Noeggerathiales. Estos extintos árboles parientes de los helechos habían sido identificados en América del Norte y Europa, pero parecen ser mucho más comunes en Asia.

Los investigadores trabajaron con el pintor René Yugao para representar la reconstrucción de las zonas, la imagen que puede verse sobre estas líneas. «Esta es la primera reconstrucción forestal en Asia durante cualquier intervalo de tiempo, es la primera de un bosque de turba para este intervalo de tiempo y es la primera con Noeggerathiales como grupo dominante», ha dicho Pfefferkorn.

Debido a que el sitio captura solo un momento en la historia de la Tierra, Pfefferkorn señala que no puede explicar cómo los cambios en el clima afectaron a la vida en la Tierra. Sin embargo, ayuda a proporcionar un valioso contexto. «Es como Pompeya, una cápsula del tiempo que nos permite interpretar mucho mejor lo que sucedió antes y después».
 Vía: Madri+d, 21/02/2012
F: http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=51652&origen=notiweb

martes, febrero 07, 2012

El latín, ni para la botánica


El latín acaba de perder una de sus últimas batallas. Desde el 1 de enero, quienes descubran un nueva especie de vegetal –y quedan muchas por conocer- no tendrán que incluir una breve descripción en latín de su hallazgo para que sea aceptado internacionalmente. Podrán hacerlo en inglés. Así lo ha acordado en su último congreso el Código Internacional para la Nomenclatura Botánica. Así termina con uno de los últimos reductos de la lengua en la vida profesional. Los nombres de las plantas, eso sí, seguirán siendo en latín (o en algo parecido, ya que vale cualquier nombre al que se le añada una terminación latina).

Nicholas Turland, del jardín botánico de San Luis (EEUU) y uno de los responsables de nomenclatura del congreso de Melbourne, en el que se adoptó el cambio, explica en un correo electrónico que la obligación de incluir una descripción en latín estaba vigente desde 1935: “El autor debía dar una descripción –la diagnosis- en latín en la publicación”. El resto del artículo podía estar en el idioma de la revista que lo publicara.
Esto penalizaba a los investigadores de países no occidentales, a menudo sin ninguna base de latín, aunque muy pujantes en el campo. Sin embargo, Turland destaca que también hubo críticas de países latinos y cita como ejemplo la oposición frontal de la portuguesa Estrela Figueiredo.

Turland justifica el cambio en que "describir las nuevas especies en latín era un anacronismo y un impedimento para catalogar la biodiversidad de la Tierra en un momento en el que las especies pueden estar extinguiéndose más rápidamente de lo que los científicos pueden describirlas. Un impedimento porque hoy la mayoría de los botánicos no conocen el latín lo bastante como para escribir una descripción en esa lengua. Así que o destinan su tiempo a un ejercicio lingüístico (tiempo que podrían dedicar a investigar), o encuentran a un colega que sí sepa latín bien, pero desde hace años cae el número de latinistas entre los botánicos”. Los científicos estiman que pueden quedar 100.000 especies por conocer.

La decisión no ha sido sencilla pues ha habido críticas. Turland admite que “incluso sin el requisito de escribir en latín”, los expertos deberán conocer la lengua para poder leer toda la literatura científica ya publicada.
Rafael Medina, investigador en taxonomía y filogenia vegetal, explica por teléfono que ya desde hace años el latín en este campo había caído a una "versión simplificada y empobrecida" del latín: “Usamos un latín muy básico y si lo leyera un filólogo clásico seguro que se llevaría las manos a la cabeza”. Medina, que está terminando la tesis sobre taxonomía y filogenia de briofitos, ironiza: “Digamos que el latín botánico es al latín clásico lo que un mensaje SMS a Calderón de la Barca (aunque sin faltas de ortografía)”.
Medina añade que el cambio simplifica el trabajo, pues no tendrán que buscar a un amigo con conocimientos de latín, pero advierte de que no acaba con toda la literatura científica publicada con el latín como lengua franca. Aunque la obligación de describirlo en latín es oficial desde 1935, Medina explica que textos mucho más antiguos ya la incluyen.

Así, se acaban las descripciones como esta del Orthotrichum pilosissimum, una especie de musgo de Nevada (EE UU) descrita por Medina y sus directores de tesis en 2010: "Species insignis axillaribus trichomatibus suis longissimis (ad 1.8 mm longis) basi ramificantibus, super caulibus tomentum formantibus. Filidia in sicco adpressa, linearlanceolata, apicibus acuminatis vel subulatis; lamina monostrata partimve bistrata, saepe propagulis munita; marginibus recurvatis vel revolutis, sed ad apicem planis vel incurvatis, longum fragilemque canaliculum formantibus. Vaginula nuda. Capsula immersa vel emergens, valde constricta infra orem post sporosim. Stomata cryptopora in capsulae dimidio inferiore locata. Peristoma duplex, exostoma octo dentium paribus recurvatis, endostoma octo segmentis tenuibus". Casi nada.
Rafael Méndez

Vía: El País, 25/01/2012
F:http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/01/25/actualidad/1327509733_218265.html