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martes, mayo 08, 2007

Crean una levadura capaz de «oler» la presencia de explosivos como el DNT

Ni rayos X ni detectores de metales ni perros policía. Ni siquiera malos modos, van a hacer falta ya para combatir el terrorismo. Bastará con un poco de «saccharomyces cerevisiae» (la levadura que se ha usado toda la vida para hacer cerveza, pan y vino), debidamente tratada para convertirla en un rastreador bioquímico de explosivos. De momento ya han conseguido que el hongo en cuestión se ponga verde fosforito cuando «huele» el dinitrotolueno.

Lo de que «huele» puede parecer una metáfora, pero no lo es. Porque lo que hace el hongo en cuestión es exactamente y literalmente eso: oler. Reproducir paso a paso el funcionamiento de los receptores olfativos humanos en los mamíferos (eso incluye a los humanos y a su alter ego de laboratorio por excelencia, las ratas), clonados en las moléculas de la levadura de cerveza para obtener una reacción concreta a un olor concreto, el de una de las seis formas que puede adoptar el compuesto químico del dinitrotolueno, usado, entre otras cosas, en la producción de explosivos y municiones.
Lo cuenta la revista «Nature», citando el trabajo de un equipo internacional de investigadores. Entre todos han logrado una proeza de laboratorio que abre la puerta a un desarrollo extraordinario de la bioquímica molecular.

UN SENTIDO QUÍMICO

Para imaginarlo, primero hay que entender cómo funciona el olfato, que, junto con el gusto, es un sentido eminentemente químico. Oímos vibraciones físicas y vemos longitudes de onda de la luz. Pero gustamos y olemos reacciones químicas, células que reaccionan cada una a estímulos odoríferos muy concretos y que luego transmiten esa información de una manera muy parecida a como viajan los neurotransmisores en el cerebro. También la información olfativa «viaja» hacia el bulbo olfativo, donde células más sofisticadas aún hacen una selección y una recombinación, potencialmente casi infinita. Eso es lo que permite identificar pautas de olor incluso a partir de concentraciones muy bajas.

En la moderna vida humana, caracterizada por la hegemonía de lo audiovisual, el sentido del olfato parece pasar a un segundo plano. Eso puede ser así para el común de las gentes, mas no para los bioquímicos. Estos han sido siempre grandes admiradores de la riqueza y la complejidad de los sensores olfativos, mucho más sutiles que los de la vista. Vemos en tres dimensiones. Olemos en muchísimas más. Si se lograra copiar ese magnífico sistema, se obtendría un método natural de detección de señales que para sí quisieran las fortalezas más seguras.

Lo que han hecho los investigadores es un encaje de bolillos de ingeniería molecular. La molécula elegida lo fue principalmente por dos razones: su rápida división celular (cada dos horas), y sus características de célula eucariota, rica en membranas. Es en las membranas celulares donde se anclan -hasta siete veces- las cadenas de aminoácidos de los genes que actúan como sensores olfativos, capaces de memorizar cada uno el estímulo olfativo que le corresponde.

BIOSENSORES

En las membranas celulares de la levadura de cerveza, los científicos clonaron los sensores olfativos de ratas previamente aislados, y tratados para hacerlos reaccionar al olor específico del dinitrotolueno. La reacción consiste en generar una proteína que emite una fosforescencia verde visible por el microscopio.Es sólo un principio. Pero deja establecida la posibilidad de reproducir la mecánica olfativa para reconocer y memorizar una señal química concreta. De generar los biosensores más competitivos del mercado: baratos, e imposibles de burlar.

Autor: Anna Grau

Vía Madrid+D

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