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miércoles, septiembre 09, 2009

Los primeros ‘ceps’ inauguran en el Pirineo la precampaña de setas

La hermandad de los boletaires ya está excitada. Siente la llamada del bosque. En el Vall d’Aran, el Pallars Sobirà y puntos muy concretos de la Alta Ribagorça han empezado a coger los conocedores del terreno y la materia los primeros ceps, rossinyols y, en menor medida, robellones. No pidan más precisión geográfica: top secret. Todavía hay pocos y nunca por debajo de los 1.000 metros de altitud. De hecho es mejor superar los 1.500. Pero, como dicen en el Pirineo occidental de Catalunya, donde antes empieza y acaba la época de las setas de otoño, la temporada comienza con la Diada (11 de septiembre) y acaba con el Pilar (12 de octubre). Están allí, pues, en la pretemporada.

Y aún más en el Alt Urgell, la Cerdanya y el Ripollès, comarca en la que, no obstante, se están cogiendo robustos ceps. A 2.000 metros, eso sí.

«En diciembre le diré si ha sido un año de setas bueno, regular o malo», dice Josep Girbal, presidente de la Societat Catalana de Micologia. Tiene motivos para recelar de las predicciones micológicas y negarse a hacerlas. «Como todas las setas –explica–, las de otoño no salen de forma espontánea. Son la fructificación del micelio, un organismo que vive en el bosque años y del que nace la seta cuando se dan las condiciones adecuadas. El micelio y por tanto la seta no dependen solo del otoño sino también del verano y la primavera anteriores. Por lo menos».

VERANO SECO O MUY SECO
Con excepciones notables (el Alt Empordà, el Baix Ebre, el Montsià), la pasada primavera fue en conjunto normal o lluviosa en Catalunya, según el Servei Meteorològic. En el Vall d’Aran, el Pallars Sobirà, la Alta Ribagorça y el norte del Ripollès incluso rozó la categoría de muy lluviosa. Hasta aquí, bien.

Pero los meses de junio, julio y agosto han sido secos o muy secos en prácticamente todo el territorio, informa la misma fuente. Entre 200 y 250 litros por metro cuadrado han caído estos tres meses en las comarcas pirenaicas. Pueden parecer cantidades significativas, máxime vistas desde el deshidratado litoral, pero lo cierto es que no alcanzan la media pluviométrica. Solo puntos muy determinados han tenido un verano lluvioso, fruto de tormentas locales. A efectos boletaires, sirvan de pista los 415 litros recogidos en Orís (Osona, cerca del Ripollès), los 288 de Guardiola de Berguedà (el Berguedà) y los 268 de Ulldeter (el Ripollès).

Además de secos, junio, julio y agosto han sido muy calurosos. «Ha ido lloviendo, pero el calor secaba el agua rápidamente. El suelo del bosque apenas se ha mojado», dice Joan Sanjuan, agente rural en el Vall d’Aran. «Salvo aguaceros aislados, las lluvias han sido bastante improductivas para las setas», opina en el mismo sentido Girbal.

Rosa Maestro, boletaire de El Pont de Suert (Alta Ribagorça), añade otro agente negativo porque contribuye a la sequedad: «Ha hecho bastante viento».

La suma da como resultado una pretemporada más bien floja en el Pirineo occidental. A pesar de que a mediados de agosto salieron los primerísimos ceps, rossinyols y robellones de abeto, setas que sirvieron para que contados lugareños hicieran «la primera menjada», en palabras de Maestro, y para que cuatro restaurantes dieran el golpe.

Nada excepcional, por otro lado, son las setas llamadas de otoño en agosto. «Las florades de pleno verano pueden darse incluso antes –dice Girbal–. Suelen ser ejemplares micorrízicos, esto es que dependen de un árbol cercano con el que mantienen una relación simbiótica. Es a partir de ahora cuando la humedad, especialmente, y la temperatura serán los factores determinantes».

LA FÓRMULA
El deseo de Girbal es: «Lluvias cada tres o cuatro días, ausencia de viento y temperaturas frescas sin exagerar». A poco que así sea, los hongos proliferarán en la montaña para después bajar de altura y de norte a sur hasta que acabe la temporada en diciembre e incluso enero.

El Centre Tecnològic Forestal de Catalunya, con sede en Solsona, hizo público el martes un estudio que augura una campaña «de normal a buena», con una producción de 60 a 80 kilos de setas comestibles y no comestibles por hectárea.

RAMÓN VENDRELL

Vía: El Periódico, 06/09/09
F:http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=642671&idseccio_PK=1021

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