Hace seis años comenzaron a llegar a la costa mediterránea española, y especialmente al litoral balear, diferentes especies de algas invasoras que lograron adaptarse a las condiciones y proliferaron. Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, comenzó a estudiar en 2005 cómo habían llegado estas algas, cuál era su ciclo vital y los mecanismos de favorecen su invasión. Cuatro años después concluyen que en el Parque Nacional de Cabrera viven y se reproducen cuatro especies de algas, tres de ellas rojas y una verde, la Caulerpa racemosa. En el conjunto de Baleares hay un total de seis especies invasoras.
El investigador principal, Enrique Ballesteros, explica que "la mayoría de las especies invasoras no consiguen ser viables en el Mediterráneo", pero unas pocas, como es el caso de estas algas, se adaptan y se convierten en especies muy competitivas. Lo que beneficia a estas algas es la escasez de herbívoros en el Mediterráneo, apunta Ballesteros, por lo que las no tienen depredadores naturales.
Sin embargo, los investigadores han descubierto que un pez herbívoro, el salpa (Salpa salpa) ha empezado a comerse también una de las algas invasoras, la caulerpa. Este cambio en su alimentación supone que el alga tiene un depredador natural y que "pueda establecerse un equilibrio dentro del propio ecosistema", confía Ballesteros. A su juicio, las medidas de control sobre estas algas que se puedan inventar son inaplicables, bien porque afectan a otras especies, bien porque la extensión de las poblaciones es demasiado grande. "Crece más rápido de lo que se puede erradicar", afirma Ballesteros. Los investigadores esperan que el salpa logre imponerse y haya un equilibrio natural. "El salpa está impactando en la caulerpa y al menos podría controlar el alga", apunta.
El impacto negativo de estas algas se produce por ahora en invertebrados como pequeños crustáceos y gusanos, y aún no hay efectos adversos sobre los peces "porque todavía tienen lugares para escoger", indica el investigador principal. Las praderas de Posidonia oceanica también muestran los primeros impactos, ya que estas algas acaban con el 1% de estos ecosistemas cada año.
La expansión de las algas ha sido espectacular, ya que figuran en prácticamente todas las regiones litorales del Mediterráneo español. "La invasión ha crecido muy rápido, entre los cero y 70 metros de profundidad, y sólo en seis años ha pasado de no haber algas a haber un montón", advierte Ballesteros.
Las causas de esta invasión son el trasiego de barcos y la limpieza de acuarios. En el primer caso, las algas se adhieren al casco del barco y se desprenden durante la travesía; mientras que en el segundo, aficionados a los acuarios vacían en el mar los tanques, vertiendo especies exóticas, que acaban por ser dominantes en el ecosistema. La investigación en el Parque Nacional de Cabrera ha permitido descartar otras interferencias en la proliferación de algas, ya que es un espacio bien gestionado, con pesca controlada y sin vertidos. Ahora, sólo queda esperar que el salpa se imponga a la caulerpa.
MARÍA GARCÍA DE LA FUENTE
Vía: Público, 29/04/09
F:http://www.publico.es/ciencias/medioambiente/222376/algas/invasoras
El investigador principal, Enrique Ballesteros, explica que "la mayoría de las especies invasoras no consiguen ser viables en el Mediterráneo", pero unas pocas, como es el caso de estas algas, se adaptan y se convierten en especies muy competitivas. Lo que beneficia a estas algas es la escasez de herbívoros en el Mediterráneo, apunta Ballesteros, por lo que las no tienen depredadores naturales.
Sin embargo, los investigadores han descubierto que un pez herbívoro, el salpa (Salpa salpa) ha empezado a comerse también una de las algas invasoras, la caulerpa. Este cambio en su alimentación supone que el alga tiene un depredador natural y que "pueda establecerse un equilibrio dentro del propio ecosistema", confía Ballesteros. A su juicio, las medidas de control sobre estas algas que se puedan inventar son inaplicables, bien porque afectan a otras especies, bien porque la extensión de las poblaciones es demasiado grande. "Crece más rápido de lo que se puede erradicar", afirma Ballesteros. Los investigadores esperan que el salpa logre imponerse y haya un equilibrio natural. "El salpa está impactando en la caulerpa y al menos podría controlar el alga", apunta.
El impacto negativo de estas algas se produce por ahora en invertebrados como pequeños crustáceos y gusanos, y aún no hay efectos adversos sobre los peces "porque todavía tienen lugares para escoger", indica el investigador principal. Las praderas de Posidonia oceanica también muestran los primeros impactos, ya que estas algas acaban con el 1% de estos ecosistemas cada año.
La expansión de las algas ha sido espectacular, ya que figuran en prácticamente todas las regiones litorales del Mediterráneo español. "La invasión ha crecido muy rápido, entre los cero y 70 metros de profundidad, y sólo en seis años ha pasado de no haber algas a haber un montón", advierte Ballesteros.
Las causas de esta invasión son el trasiego de barcos y la limpieza de acuarios. En el primer caso, las algas se adhieren al casco del barco y se desprenden durante la travesía; mientras que en el segundo, aficionados a los acuarios vacían en el mar los tanques, vertiendo especies exóticas, que acaban por ser dominantes en el ecosistema. La investigación en el Parque Nacional de Cabrera ha permitido descartar otras interferencias en la proliferación de algas, ya que es un espacio bien gestionado, con pesca controlada y sin vertidos. Ahora, sólo queda esperar que el salpa se imponga a la caulerpa.
MARÍA GARCÍA DE LA FUENTE
Vía: Público, 29/04/09
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