Las primeras medidas meteorológicas de la Península se tomaron en 1724,
justo el año en que pasó por Portugal una de las peores tormentas
conocidas. Más tarde, en 1816, se sintieron en España los efectos de la
erupción del volcán Tambora; y casi mil años antes, en el 898, una
sequía en Al-Andalus fue tan severa que sus pobladores llegaron al
canibalismo. Son datos rescatados de viejos documentos por
investigadores de la Universidad de Extremadura.
El registro oficial de las series meteorológicas en España
comenzó alrededor de 1850, pero antes ya se habían anotado medidas
puntuales en algunas zonas de la península ibérica. Las primeras las
remitió en 1724 el médico portugués Isaac Sequeira al físico británico
James Jurin, que intentaba formar una red europea de meteorólogos,
según recogen documentos guardados en la Royal Society de Londres.
“Esas observaciones, que cubren el periodo entre noviembre de 1724 y
enero 1725, son las más antiguas que se conocen en la Península”,
destaca a Sinc el investigador Fernando Domínguez de la Universidad de
Extremadura, “pero lo más curioso no es eso, sino lo que cuentan”.
Las anotaciones del médico portugués registran una de las tormentas
más fuertes de las que se tiene constancia en territorio peninsular.
Pasó por Lisboa el 19 de noviembre de 1724 y afectó a todo el centro y
norte de Portugal, causando daños en palacios, iglesias y edificios,
además de hundir o inutilizar numerosas embarcaciones en la costa y el
río Tajo.
“Los efectos que causó esta ‘bomba meteorológica’ el día anterior
–18 de noviembre– en Madeira, nos hace pensar que se trató de una
tormenta tropical”, señala Domínguez. Tormentas de este tipo, que se
asocian a huracanes en el Atlántico, solo se conocen otras dos en
España: “Una del año 1842 y la más reciente de Vince en 2005, que
también se desarrolló en el entorno de Madeira y llegó hasta nuestras
costas”.
Los resultados de este estudio han aparecido en la revista Climatic Change, aunque los autores también han analizado lavariabilidad
climática en la península ibérica en fechas posteriores, durante el
periodo entre 1750-1850. Junto a investigadores de otras universidades
han revisado documentos de los siglos XVIII y XIX, como los periódicos,
que en su cabecera solían mostrar medidas barométricas, de temperatura,
viento y estado del tiempo diario.
Se han digitalizado más de 100.000 observaciones de aquella época
tomadas en 16 localidades –como Cádiz, Madrid, Badajoz, Palma de
Mallorca, Valencia, Zaragoza, Bilbao, Palencia o La Coruña–. De esta
forma se han detectado anomalías de alta precipitación, como la que
ocurrió en la década de 1780, o el enfriamiento estival que se sintió
en toda Europa después de la gran erupción del volcán de Tambora, en
Indonesia, en 1815.
Pero las investigaciones meteorológicas han llegado mucho más atrás
en el tiempo. En concreto, se ha efectuado “el primer intento serio de
obtener información climática a partir de fuentes árabes en la península
Ibérica”, subraya José Manuel Vaquero, otro de los autores, que
recalca: “¡Estamos hablando de noticias del clima en España hace mil
años!”.
Los musulmanes ocuparon la península durante varios siglos, aunque
el equipo se ha centrado en las crónicas disponibles entre los años 711
y 1010. En esos textos los historiadores árabes describían
acontecimientos políticos y sociales, pero de vez en cuando se colaba
algún evento climático con relevancia para la comunidad.
“Recopilando estos eventos podemos decir que ocurrieron importantes
sequías en Al-Ándalus entre 748-754, 812-823 y 867-879, unos periodos
en los que encontramos muchas referencias a sequías y hambrunas
asociadas, que incluso hicieron que la gente emigrara hacia el norte de
África”, apunta Domínguez.
El científico destaca la referencia más llamativa: “En el año 898
una sequía, probablemente corta pero muy severa, llevó a los andalusíes
a practicar el canibalismo para poder sobrevivir, según algunos
crónicas, aunque seguramente también influyeran otros factores
socioeconómicos o epidemias”.
Otros datos revelan que el clima en Córdoba, una de las ciudades más
importantes del mundo por entonces, mostró una mayor frecuencia de la
nieve y el granizo en el período 971-975 respecto a las medias actuales.
Este estudio se ha publicado en la revista The Holocene.
“Conocer el clima del pasado es importante para entender la
variabilidad de todo el sistema climático, que tiene subsistemas
interactuando entre sí a escalas diversas y va mucho más allá de los
registros meteorológicos ‘oficiales’ de los últimos 150 años, que
además están afectados por la quema de combustibles fósiles y no
reflejan la variabilidad climática natural”, dicen los autores, que
recuerdan: “Muchas de las observaciones que hicieron nuestros
antepasados están esperando en los archivos y bibliotecas a ser
rescatadas”.
Referencias bibliográficas:
F. Domínguez-Castro, J. M. Vaquero, F. S. Rodrigo, A. M. M. Farrona, M. C. Gallego,
R. García-Herrera, Barriendos, A. Sanchez-Lorenzo. “Early Spanish meteorological records (1780–1850)”.International Journal of Climatology34: 593-603, 2014.
Fernando Domínguez-Castro, Juan C de Miguel, José M Vaquero, María C
Gallego, Ricardo García-Herrera. “Climatic potential of Islamic
chronicles in Iberia: Extreme droughts (ad 711-1010)”.The Holocene24: 370, 2014.
F. Domínguez-Castro, R. M. Trigo, J. M. Vaquero. “The first
meteorological measurements in the Iberian Peninsula: evaluating the
storm of November 1724”. Climatic Change 118: 443-455, 2013
Vía: SINC, 03/09/2014
F:http://www.agenciasinc.es/Noticias/La-peninsula-iberica-sufrio-tormentas-tropicales-en-el-siglo-XVIII-y-duras-sequias-en-el-periodo-musulman
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