La Pleurotus eryngii ferulae crece en los barrancos más húmedos, siempre asociada a un endemismo local: el tajasnoyo (Ferula lancerottensis). Suele confundirse con la seta de cardo europea y es una de las delicias micológicas de Lanzarote.
El blog de Juan Cazorla, biólogo y técnico de la Reserva de la
Biosfera de Lanzarote, se dedica a divulgar la biodiversidad de la isla.
La seta del tajasnoyo (o seta de la canaheja) ha sido uno de los
últimos tesoros que ha encontrado en los barrancos del norte de
Lanzarote, después de las lluvias otonales.
Esta seta siempre crece asociada al tajasnoyo, una planta forrajera
de gran porte, que florece en espectaculares paraguas amarillos y crece
en los riscos de Famara, el barranco del Palomo, el valle grande de
Mala, el valle de Temisa, Haría y en los alrededores de la ermita de Las
Nieves. También se conoce como “cañaheja conejera” y está catalogada
como “una especie de interés para los ecosistemas canarios”.
Vicente Hidalgo, promotor de la asociación Amigos de la Micología de
Lanzarote y Papas Crías (Amilanypapas) explica la relación: la seta
crece muy imbricada a la planta, porque el tronco escurre las gotas de
agua creando un sustrato húmedo perfecto para que se desarrolle. Dice
que en Lanzarote también se encuentran los suculentos perrechicos (Calocybe gambosa), los mejores para cocinar junto a los Agaricus campestris, también presentes en la isla.
Científicos, cocineros y aficionados a la recolección insisten en que
la ingesta de hongos y setas silvestres jamás debe hacerse sin control
sanitario o sin la supervisión de un experto. El rico campestris se confunde fácilmente con un pariente tóxico llamado Agaricus xanthoderma, que
crece en el estiércol, huele a yodo “y el zócalo por donde se coge se
vuelve amarillo azufre”. Hay otra seta no comestible que puede
encontrarse en el Bosquecillo: la Lepiota cristata, con un tetón en el centro de su escamoso sombrerillo.
También están los marrones y esponjosos Suillus, “comestibles, pero sin calidad culinaria”, los Cuprinus, que son delicuescentes (absorben la humedad del aire hasta formar una disolución acuosa); la Battarrea phalloides, muy rara y curiosa, con un palo muy fino que puede elevarse más de 40 centímetros y la Lycoperdon perlatum, más
conocida como pedo de lobo (con la edad, se convierte en una masa de
esporas que sale disparada en forma de humareda si se pisa).
Flor del tajasnoyo. Foto: Juan Cazorla.
La reina de las variedades locales suele ser la papa cría, la Terfezia (claveryi, boudieri y canariensis),
cuya recolección se remonta a la prehistoria insular y sigue siendo una
arraigada tradición. Crece asociada al turmero, una matilla lenosa muy
común en terrenos áridos y en zonas arenosas de la costa. Las papas
crías más gustosas son las que se desarrollan en el jable y son de
tamaño pequeño.
Antaño, una vez limpias de tierra y apretadas para eliminar el
líquido que contienen, “los chiquillos las solían comer a la brasa de
una pequeña hoguera, directamente sobre el terreno, con un poco de sal
gorda si había”.
Su jugo se empleaba para enfermedades relacionadas con problemas de
carácter oftalmológico y de la piel. Así lo recogen Daniel Becerra,
Soraya Jorge y Vicente Escobio en su trabajo La recolección de papas crías en Lanzarote: un proyecto entre la etnografía y la arqueología.
F:http://diariodelanzarote.com/noticia/la-seta-del-tajasnoyo-y-otros-frutos-de-las-lluvias
No hay comentarios:
Publicar un comentario